Hasta hace poco, o bien no se hablaba de suicidio o bien se hacía de una manera tan poco clara que acabaron dándose por buenas una serie de ideas
erróneas que, por suerte, estamos empezando a desterrar.
Muchos de estos planteamientos equivocados tenían que ver con el convencimiento de que la conducta suicida no se podía prevenir.
Poco a poco se va rompiendo el silencio y ahora ya sabemos hasta que punto se trata de un problema muy grave, no sólo por todo el dolor que genera cada muerte concreta, si no también por el número tan elevado de personas que mueren cada día por suicidio.
También estamos empezando a dejar de preguntarnos “que le pasará a la gente por la cabeza para querer matarse” y comenzando a comprender que en algún momento se puede llegar a sufrir tanto que no se ve más salida que la muerte.
Y es a partir de esta última idea que podemos plantearnos la prevención, aprendiendo a escuchar, acompañar y cuidar a quienes sufren.
Pero debemos de tener muy claro que no se trata de algo que se pueda llevar a cabo a nivel individual, porque de nada sirve que yo sea capaz de entender que alguien de mi entorno necesita ayuda si no hay una buena red de recursos profesionales que trabajen de manera coordinada para facilitársela.
Por eso una vez más aprovechamos el 10 de septiembre para afirmar que las muertes por suicidio se pueden prevenir siempre y cuando se plantee esta prevención como una tarea común de toda la sociedad organizada a partir de un Plan Integral que nos permita aunar todos los esfuerzos en la dirección correcta.
Silvia Menéndez Duarte. voluntaria.