Aunque todos los turnos de escucha en el Teléfono de le Esperanza son oportunidades para abrir un claro en el bosque de quien llama, de encender una luz en la oscuridad, tender una mano a la mano vacilante, acoger abrazando…, hay uno que he llamado “turno-puente”. En realidad, todos lo son, pero creo que el de noche se acomoda aún mejor a ese nombre: partiendo del final del día llega al comienzo del siguiente. El nocturno tal vez sea simbólicamente más puente, porque atraviesa las tinieblas, tantas veces aterradoras de muchos llamantes. Recuerdo “La nit”, aquella canción existencial de Raimon de 1964:
“La noche es larga, la noche.
Para unos noche de fiesta, para otros noche de duelo,de quemar amor, vieja noche,
de sentir la muerte completamente solo.
La noche es larga, la noche.
Todos la llevamos en el corazón”.
Imposible no evocar las noches de muchos de nuestros llamantes. Y digo “nuestros” sin ánimo posesivo, sino cordial, porque su voz forma ya parte de nuestra biografía, y nos hemos dejado “tocar” por ella. Lo pensé al despedirse un querido compañero que acaba de finalizar su voluntariado. La edad y otras razones motivaron la decisión. Nos deja su ejemplo de humanidad, sensatez, discreción, sencillez, implicación y buen hacer. El de noche era su turno. Estoy convencido que alentó desalientos, sostuvo rodillas a punto de doblarse, enjugó lágrimas, prestó su hombro para que otros apoyaran la cabeza… Acogió, confortó, consoló (¡qué gran palabra: consolar!), creando condiciones de posibilidad a la esperanza y la salud. Así percibo la escucha de nuestro compañero.
«Creo que el Teléfono me ha hecho mejor persona, cosa lógica cuando uno está rodeado de tan ‘buena gente’», dijo al despedirse. Personas como él nos mejoran a los demás. Gracias, Manuel.
Fernando Albuerne, voluntario del Teléfono de la Esperanza en Asturias