POTENCIAR LA RESILIENCIA
Esta palabra tiene su origen en el idioma latín y su significado es “volver atrás, saltar, rebotar o saltar de nuevo”. En la Enciclopedia Hispánica se define como la resistencia de un cuerpo a la rotura por golpe. El término fué adaptado a lo social para caracterizar a las personas que a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto riesgo se desarrollan piscológicamente sanos y exitosos. La resiliencia es por tanto la habilidad de adaptarse y enfrentarse exitosamente a eventos y circunstancias de la vida adversas o estresantes y superarlas e incluso ser transformados positivamente por ellas.
La resiliencia es parte del proceso de desarrollo evolutivo y debe ser promovida desde la infancia.
Podemos utilizar la metáfora de un río: los factores de resiliencia serían todos los riachuelos que alimentan su cauce. Cuanto más factores de resiliencia, más agua llevaría el río y los factores de no resiliencia serían los obstáculos que frenan su curso.
Factores de Resiliencia
- La proactividad implica la capacidad de hacer que cambien las situaciones, generando cambios constructivos, promoviendo nuevas circunstancias, esta cualidad la poseen las personas que toman el control y la responsabilidad de su propia vida, es tomar la iniciativa, decidir lo que se quiere y como se va a hacer.
Nuestro comportamiento depende más de nuestras decisiones de cada día que de nuestras condiciones vitales, por tanto la proactividad es la capacidad de tener iniciativa de hacer o no hacer las cosas, lo cual también conlleva la responsabilidad de las consecuencias de la acción o de la no acción.
Las personas resilientes deciden su destino sin dejarse llevar por la adversidad de los acontecimientos, analizando qué depende de mí y que no.
La vida se trata de crearse a si mismo tomar parte activa en el proceso de crear tu propia vida.
“El mundo no se ve como es sino que cada persona lo percibe según sea cada cual”. La resiliencia ha de implicar un cambio de mirada pasando de ver de lo deficitario a ver las potencialidades.
- Ser conscientes de nuestros límites reales, de entender que las heridas del alma quizás perduren de por vida pero saber vivir con ellas mediante la aceptación en aquello que no se puede cambiar y a la vez promoviendo y fomentando la esperanza en aquello que sí podemos cambiar. Para lograr este propósito a partir de esas situaciones adversas, se requiere un trabajo de búsqueda integral dentro de uno mismo buscando nuestras debilidades, quitando el poder a aquello que nos hace daño desviando nuestra atención de ello y potenciado nuestras fortalezas y recursos
- Tener una red social para aumentar la resilencia. Buscar ayuda cuando se necesite.
“Las personas somos como los árboles que necesitan unas raíces fuertes para sobrevivir a las tempestades, golpes de vendavales... Si sus raíces son débiles se caen quizás a la primer tormenta. Cuantas más cantidad y más fuertes sean sus raíces más difícil que el viento los arrase a su paso”.
María Consuelo Álvarez Fresno, voluntaria del Teléfono de la Esperanza en Asturias