MADRES, HIJAS, MUJERES
El primer contacto que tenemos como seres sintientes, es con nuestra madre, ya antes de nacer, mientras estamos en su útero. Y será nuestra madre, la primera y más influyente relación que tengamos, en nuestro desarrollo como personas, para bien y para menos bien.
No hay madres perfectas y no hay hij@s perfectos. Nuestras madres son lo mejor que pudieron ser, en sus circunstancias, con sus posibilidades. Como afirma J. Lacan, (psiquiatra y psicoanalista francés) “Habría que pensar también en la madre, desde sus carencias, sin olvidarlas y no pensar en ella como un ser omnipotente hacia nosotros. Habría que tratar de ser justos con la madre y reconocer que a través de ella nuestra vida ha tenido un principio”.
Y como también dice Massimo Recalcati (Psiquiatra, psicoanalista, profesor, investigador y escritor) en su libro las Manos de la madre: “A veces las madres, empujan sus cochecitos (la vida de sus hijos y la suya propia en estos momentos de la maternidad), sin familias a su lado, sin que nadie las acompañe; viven esta experiencia, en total soledad”.
Por todo ello, quiero recordar y homenajear a mi madre y a todas las madres con un cuento.
Todas estamos en este cuento: mi madre, yo, mi hija, vuestras madres, vosotras, hijas, vosotras, madres. Todas las madres y todas las hijas están en él. Todas necesitamos perdonarnos, personalmente y unas a otras, entendernos y acogernos amorosamente en lo que fuimos, en lo que somos y en lo que no supimos ni pudimos ser.
Porque en cada una de nosotras, mujeres, madres e hijas, hay un Hada amorosa y maravillosa, y una niña perdida, asustada y herida, que se disfraza de bruja, porque no sabe ser Hada.
Te voy a contar la historia de mi mamá.
¡Mi mamá ES UN HADA!
La más preciosa, amorosa y luminosa de todas las HADAS.
Y yo no lo sabía, hasta hoy que lo descubrí.
Por eso te lo quiero contar a ti.
Cuando mi mamá nació, era un bebé sano, fuerte y hermoso. Pero una bruja envidiosa la hechizó el día de su nacimiento, y de toda esa hermosura, solo le dejó la fortaleza y la resistencia. Todos sus demás dones se quedarían muy escondidos en el fondo del corazón de mi mamá, serían invisibles para los demás, y solo algunas personas los sabrían descubrir y valorar.
Cuando creció y fue lo suficientemente fuerte, la enviaron al monte al cuidado del ganado, y allí la dejaron sola. ¡Y vinieron los lobos y vinieron los ogros! Pero ella, aunque tenía mucho miedo, siempre supo defenderse y escapar.
Pasaron muchos, muchos años. Mi mamá tuvo que recorrer otros bosques, vencer a otros ogros y a otros lobos y atravesar muchas tormentas. Esto la hizo aún más fuerte y resistente, pero también un poco más dura y áspera. Y se le olvidaron los besos, y los abrazos, se le quedaron enganchados entre las zarzas del camino.
Cuando pudo, construyó una cabaña segura donde poder vivir y cuidar de mí con todo lo que le aún quedaba: su fortaleza y su vida entera.
Ahora mi mamá ya es un Hada viejecita que camina con bastón. Tiene una preciosa melena de sedoso y suave cabello blanco, y una mirada dulce, que cuando yo sé verla, ilumina mi corazón. La piel de su cara es suave y cálida, casi sin arrugas, y refleja toda la hermosura de su amor. Su pequeña boca apenas sabe besar, pero la melodía que tiene el tono de su voz, deja en mis oídos las nanas que en el tiempo guardó. Sus manos son suaves, aunque son manos trabajadas, y reconozco en cada surco de su piel, en cada vena, en cada poro, las caricias guardadas que no pudo soltar.
Mi mamá,
mi querida mamá,
es el hada que siempre me cuidó,
que siempre me amó, que siempre estuvo aquí, que nunca se escondió.
Y yo hoy la descubrí.
Hoy pude dejarla entrar en mi corazón.
Esta es la historia de mi madre (y mi historia con ella hecha cuento). El texto fue lo que yo quise que se leyera en su funeral. Ha sido un cuento profético, premonitorio y terapéutico para mí. El cuento se ha hecho realidad. Porque como dice Anthony de Mello (Psicoterapeuta y maestro espiritual) “La distancia más corta hacia la verdad, es un cuento”
Soledad Pozuelo Paje, voluntaria del Teléfono de la Esperanza en Asturias