Quizás el lector que se adentre en este artículo lo haga porque le parezca el título sugerente, atractivo o simplemente por curiosidad. También podría ser porque le ha ocurrido alguna vez, o porque en este momento le esté ocurriendo. Sea la razón que sea es importante saber de antemano que este fenómeno además de extendido, suele pasar desapercibido para el entorno de la víctima.
Cuando hablamos de chantaje emocional, nos estamos refiriendo a una manera de comunicarse agresiva, irrespetuosa e inadecuada en la cual se plantean exigencias sin tener en cuenta los deseos de la otra persona.
La base fundamental del chantaje emocional radica en generar en la víctima una sensación de culpa y malestar importante que hace que ceda el control de su vida al chantajista que utilizará el miedo como arma y la obligación como conducta recurrente.
El chantaje emocional está íntimamente ligado a la manipulación, ya que es una práctica dirigida a influir en la voluntad de la otra persona, con el fin de conseguir que actúe como uno quiere y no como desea realmente.
El chantajista emocional se comporta de una manera u otra dependiendo del ambiente, del entorno y de la persona o personas que tenga delante. Es un camaleón emocional con un estilo de comunicación agresivo, ausente de asertividad y empatía y una absoluta falta de respeto a los derechos de sus allegados.
En la mayoría de los casos nos encontramos con que el perfil del chantajista presenta dificultades emocionales (con presencia de desórdenes y patologías como los trastornos de personalidad), dificultades personales (muchas inseguridades, muy baja autoestima, insatisfacción personal, celos, miedo al abandono, dependencia…) y necesidades muy acusadas (necesidad de atención, de cariño y afecto, de ganar y conseguir un logro para sentirse bien, viviendo las relaciones personales como auténticas competiciones).
El chantajista emocional, poco a poco se convierte en un “profesional” ya que va descubriendo que a través de esa conducta consigue en un porcentaje muy alto de las situaciones, lo que quiere. Utiliza la agresión verbal, el miedo, el temor o la culpa, como estrategias para hacer sentir vulnerabilidad o debilidad en la otra persona y provocar que ceda o sienta malestar si no hace lo que desea. A través de sus “éxitos” va obteniendo sus recompensas y va aprendiendo que ese estilo de vida le beneficia, le compensa y en consecuencia vuelven a repetirlo, es lo que llamamos en Psicología, refuerzo. Por este motivo el mayor refuerzo que puede recibir este sujeto es la sumisión de la víctima.
Si bien no hay un perfil específico de la víctima, pues cualquiera de nosotros podríamos caer en las redes de este tipo de sujetos, hay una serie de características que pueden suponer una mayor vulnerabilidad frente a estas conductas. Así, las personas con más dificultad a la hora de hacerse respetar, o con baja autoestima y muchas inseguridades, son más sensibles a sufrir esta forma de abusos.
Pero sigamos destripando la personalidad de este maltratador. Dentro de sus características, podemos destacar las siguientes:
- Suelen responsabilizar a los demás de sus reacciones emocionales y de las consecuencias de las mismas, además de una alta intolerancia a las críticas y una enorme dificultad para respetar los derechos de las otras personas.
- No aceptan un “NO” por respuesta y toleran mal las críticas.
- Tienen una gran capacidad de observación y análisis, lo que le facilita la identificación de sus víctimas perfectas, ya que buscan en ellas vulnerabilidad, inseguridad, debilidad, etc..
- Sus herramientas preferidas son las amenazas, las cuales usan de manera indiscriminada, acompañadas de reacciones agresivas y de impaciencia.
- Suelen ignorar y restar importancia a los sentimientos de los demás.
Un artículo de Daniel López, psicólogo voluntario del Teléfono de la Esperanza en Asturias