Cuando estás en “ese estado de nervios” no es el mejor momento para tomar decisiones, ni para hacer nada, es más que probable que luego te arrepientas de lo que hiciste o dijiste.
Te voy a hacer una propuesta, párate a escuchar tu cuerpo, él te puede contestar, quizá más despacio, pero con mayor acierto que tu pensamiento caótico o tu emocionalidad disparada, te puede decir qué son esos “nervios” y darte pistas sobre una posible solución.
- En primer lugar busca un espacio físico y un tiempo de tranquilidad para dedicártelo a ti mismo/a.
- Empieza por estirarte y bostezar, copia a los gatos cuando se acaban de despertar, son únicos haciendo eso. A continuación suelta un poco tu cuerpo, gira los hombros hacia atrás varias veces mientras respiras con normalidad, no cortes la respiración, suelta las tensiones del cuello, muévelo suavemente, suelta brazos y piernas, dedica a eso unos minutos, y cuida de no cortar la respiración en ningún momento.
- A continuación te puedes sentar tranquilamente o bien tumbarte boca arriba, en ambos casos con las rodillas dobladas y las plantas de los pies apoyadas en el suelo, más o menos a la altura de los hombros. En la postura elegida coloca las manos sobre tu vientre y haz varias respiraciones profundas, nota que al respirar se mueve igual que se mueve el tórax, eso significa que estas utilizando el diafragma, un músculo implicado en la respiración. El diafragma, al igual que los intercostales, es un músculo que podemos utilizar de forma voluntaria, solo que muchas veces se nos olvida que existe, especialmente cuando estamos “nervioso/as”.
- Que tu respiración sea profunda, pero lenta y pausada. Puedes utilizar un truco, cuando cojas aire cuenta hasta cuatro y luego suéltalo despacio, soplando y contando hasta ocho. Hazlo varias veces, lo más probable es que con esto vayas alcanzado un estado interno de tranquilidad. Cuando lo hayas alcanzado pregúntate ¿Qué emoción es esa que se esconde detrás de mis “nervios”? deja que el cuerpo te responda, dale tiempo, una respuesta demasiado rápida viene de la cabeza, el cuerpo es un poco más lento pero más fiable, ¿es miedo, enfado, sensación de impotencia, impaciencia?...lo que sea, espera a tener una palabra que lo defina, una palabra que sientas que es la verdad, y acéptalo sin juicios.
- Cuando ya tengas esa palabra que define tu emoción pregúntate ¿Qué situación es la que me está produciendo esa emoción?. ¿Cuál es el problema? ¿Qué necesito realmente? Date tiempo otra vez para escuchar la respuesta. Y, sobre todo, no dejes de respirar lenta y profundamente.
- Y ahora la pregunta clave ¿puedo hacer algo para solucionarlo?
Quizá desde esa tranquilidad interna se te ocurra algo que puedas hacer o tal vez te des cuenta que no puedes hacer nada. Si éste es el caso, simplemente acéptalo (puede que eso sea lo más difícil de todo) y, si crees que hay algo que puedas hacer, mira a ver si es viable para ti y para tu entorno, siempre desde la tranquilidad interior, sin dejar de respirar pausadamente.
Finalmente comprueba si a tu cuerpo le gusta esa decisión, si se siente cómodo con ella, si encaja con tu persona, tus capacidades y tus valores. Esa suele ser tu mejor decisión.
Ladis García del Río, psicóloga y presidenta del Teléfono de la Esperanza en Asturias.